Al contrario de lo que se suele pensar, no somos seres racionales que nos emocionamos, sino, según el decir del biólogo Maturana, somos seres emocionales con la capacidad de razonar.
Antes de pensar de manera lógica, sentimos: un olor, una canción, un lindo atardecer pueden ser disparadores diversos para evocar y recién después de la emoción viene el razonamiento. Las neurociencias nos dicen que lo que se aprende por emociones es lo único que nos queda permanentemente en el cerebro.
¿Cómo está compuesto nuestro cerebro? Básicamente tiene tres “capas”: un cerebro reptílico, que solamente sirve para las funciones básicas del cuerpo y para reaccionar (reflejo-respuesta), un cerebro límbico que es nuestro almacén de emociones y recuerdos, estrechamente ligados, y por último un neocórtex, que es el cerebro racional y el que puede procesar esas emociones.
El neocórtex, por así decirlo, es una “nueva adquisición” de nuestra especie, ya que se desarrolló hace solamente 100.000 años. No es de extrañar, entonces, que contrariamente a lo que esperaríamos, no nos dominan los razonamientos, sino las emociones.
Si me pongo a pensar en esto, luego de tanta educación universitaria y racional, me doy cuenta de que en realidad todo pasa por la emoción, todo se tamiza por lo que nos pasa por el cuerpo, por los sentidos. Las relaciones con uno mismo, con el resto, con los objetos. Con el tiempo y el espacio.
Y siendo la emoción tan fugaz y cambiante como el tiempo, es importante saber hasta qué punto nos dominan y hasta qué punto podemos educarlas. No pensar en emociones malas y buenas, sino pensar por qué aparece esa emoción, qué nos está diciendo de nosotros mismos y la relación que tenemos con nuestro entorno. Le damos la bienvenida a la alegría, al amor, a la comprensión y a la solidaridad. ¿Por qué no hacemos lo mismo con el enojo, la ira, la tristeza y la frustración? No son más que advertencias sobre situaciones que queremos cambiar en nuestras vidas, que muchas veces desoímos, tapándolas de racionalidad.
Es maravilloso de vez en cuando, tomarse un vino, hacer una fiesta, regalarse a uno mismo algo rico para comer… ¡cualquier mimo es bienvenido! Pero también respetar la tristeza, la melancolía, el enojo… Que algún aprendizaje traerán. Si están allí, no es porque sí. Tapar la tristeza con una alegría forzada puede incluso enfermarnos. Bloquear el enojo no resuelve problemas. Hablar de eso, o hacer introspección, nos trae la riqueza de cada emoción.
Soltemos un poco el control racional de nuestras emociones, y exploremos y validémoslas.
Y vos ¿cómo estás viviendo tus emociones?
Palabras clave: neurociencias, emociones, cerebro, razonamiento